¿Existe el cambio climático?
- Mariana Cajigal Feijóo
- 5 abr 2021
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 6 abr 2021
A lo largo de los años, y a medida que los efectos del calentamiento global se han hecho cada vez más evidentes y acentuados, foros mundiales y gobiernos han concordado en que es necesaria la optimización de políticas, medidas, planes y programas para poder hacer frente a esta situación originada en la sobreexplotación del ambiente por parte del hombre, y que la articulación y concordancia entre distintos países es una pieza clave fundamental si queremos alcanzar un desarrollo sostenible.
Sin embargo, así como ocurre con todas las evidencias científicas (pensemos en los partidarios de la “tierra plana”) el cambio climático también posee sus detractores y opositores. A continuación se presentarán los principales argumentos que proponen y la explicación de los mismos:
“El cambio climático es parte de la variabilidad del clima”
El sistema climático está compuesto por cinco elementos: la atmósfera, la hidrósfera (agua en estado líquido), criósfera (agua en estado sólido), litósfera (suelo) y biósfera (seres vivos que habitan la Tierra). El clima es la consecuencia del equilibrio que se produce en la interacción entre estos componentes. Para entender el clima y poder predecirlo es necesario realizar un modelo representando los procesos del sistema climático en forma de leyes físicas y ecuaciones matemáticas. Gracias a estos modelos, podemos comparar datos estadísticos sobre el clima a través de distintos milenios y promediarlos para crear un patrón climático. Se utilizan como referencia los resultados obtenidos por estaciones climáticas, por boyas ubicadas en el océano, por satélites meteorológicos geoestacionarios y por restos de sedimentación y hielo que evidencian el clima del pasado.
La Tierra siempre ha experimentado variabilidades con respecto a su clima: ha pasado por ciclos de enfriamiento y calentamiento (glaciaciones y épocas interglaciares). Estos períodos se intercalan entre sí, dando lugar a una alternancia natural. Por otro lado, existen los llamados forzadores naturales que provocan que el clima cambie: por ejemplo, los cambios en la órbita de la Tierra alteran la intensidad y distribución de energía solar que recibe el planeta; los cambios en las corrientes oceánicas alteran el transporte global del calor; y el desplazamiento de las placas tectónicas alteran la configuración de los continentes, influyendo en el clima. Todos estos factores, sumados a la interacción entre los componentes del sistema climático, provocan fluctuaciones a escalas relativamente cortas que es lo que se conoce como variabilidad climática, la cual está asociada con el registro de datos por encima o por debajo de las normales climatológicas. La determinación de la variabilidad climática se logra mediante el registro de las anomalías, las cuales se hacen evidentes cuando los valores de las variables climatológicas (temperatura, presión atmosférica, humedad, precipitación, etc.) fluctúan por encima o por debajo de sus valores promedios. Cuando las anomalías persisten durante un largo plazo (30 años o más) estamos hablando de un cambio climático.
Evidencia de esto es el aumento de la concentración de CO2, que es el más alto en 650.000 años. Además, la temperatura de la superficie esta 0.8ºC más alta que hace 100 años, y continúa aumentando, sumado a que las tasas de crecimiento de la concentración de gases de invernadero se han incrementado durante los últimos 50 años. Esto no forma parte de la variabilidad climática, ya que es una tendencia sostenida en el tiempo que aumenta cada vez más, y que no corresponde con ninguno de los patrones climatológicos del pasado.
“Hay mucha incertidumbre en la ciencia, así que no se podría saber con seguridad si existe el cambio climático”
La ciencia del clima nunca podría ser exacta: la climatología es un sistema muy complejo donde interactúan muchos elementos y que varía notablemente de mes a mes y región a región, haciendo que predecirlo detalladamente y sin margen de error sea muy complicado. Sin embargo, ello no quiere decir que no se pueda interpretar un patrón de comportamiento a largo plazo y a grandes rasgos, fundamentado en observaciones científicas y con respaldo de evidencias concretas. Si bien tal vez la ciencia no pueda predecir exactamente cuánto aumentará la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, sí puede afirmar que su aumento es anormal en comparación con los registros climáticos del pasado. Las incertidumbres científicas se refieren a la predicción detallada de acontecimientos y proporciones, pero no a los datos fácticos.
Por ejemplo, uno de los efectos innegables del cambio climático como consecuencia de la actividad humana es el incremento de las temperaturas del planeta desde la Revolución Industrial. Al mismo tiempo, se han observado cambios en la ocurrencia de eventos extremos como las lluvias intensas, sequías y ondas de calor. Desde 1950, la frecuencia de lluvias intensas se ha incrementado en la mayoría de las áreas continentales. Se han originado también grandes sequías: en las grandes cuencas de captación de África, la cantidad de agua total disponible ha disminuido entre 40 y 60% en los últimos 50 años, y la desertificación se ha agravado debido a una disminución en el promedio anual de lluvia, especialmente en el sur, norte y occidente de África.
Las temperaturas promedio en el Ártico se incrementaron a casi el doble del ritmo global en los últimos 100 años. La cubierta de nieve ha disminuido alrededor de 10% en latitudes medias y altas del Hemisferio Norte desde finales de los años 60. El nivel medio global del mar se elevó a un ritmo promedio de alrededor de 1.8 mm por año entre 1961 y 2003, pero entre 1993 y 2003 se elevó 3 mm por año. Todos estos cambios se han producido como consecuencia de la actividad humana de los últimos 200 años, destacando la quema de combustibles fósiles (que producen más CO2 y que va directamente a la atmósfera) y la deforestación de grandes áreas.

“En comparación con la temperatura promedio de otros planetas, lo más importante es la distancia al Sol”
El clima de la Tierra es principalmente el resultado de tres factores: la energía solar, el efecto invernadero y las circulaciones atmosférica y oceánica. La temperatura media de la Tierra depende, en gran medida, del flujo de radiación solar que recibe. Sin embargo, debido a que ese aporte de energía apenas varía en el tiempo, no se considera que sea una contribución importante para la variabilidad climática a corto plazo. El ciclo solar, cuya periodicidad es de 11 años, se observa desde hace siglos por la variación del número de manchas en la superficie del Sol. Sin embargo, el flujo de energía emitido por el Sol solo varía de una milésima durante dicho ciclo, por lo cual, el impacto en el clima de la Tierra es mínimo.
Por otro lado, puede observarse un fenómeno llamado excentricidad orbital: se trata de la variación en la forma de la órbita de la Tierra alrededor del Sol debido a la atracción del resto de planetas del Sistema Solar.
La forma de la órbita de la Tierra varía de ser casi circular (excentricidad, baja de 0,005) a ser ligeramente elíptica (excentricidad alta de 0,058) y tiene una excentricidad media de 0,028. La excentricidad actual es 0,017 y por tanto la diferencia entre el mayor acercamiento al Sol (perihelio) y la mayor distancia (afelio) es sólo 3,4% (5,1 millones de km). Esta diferencia supone un aumento del 6,8% en la radiación solar entrante. El perihelio ocurre actualmente alrededor del 3 de enero, mientras el afelio es alrededor del 4 de julio. Sin embargo, esto no implica que la excentricidad orbital sea la causante del cambio climático, o que sea el más importante de los factores que lo causan. Se ha demostrado que durante la última glaciación (período de congelamiento masivo de la superficie terrestre), hace tan solo 10.000 años, la excentricidad de la órbita terrestre era casi igual que la actual, lo cual nos indica que la distancia al Sol no es un determinante del calentamiento global.
Los gases invernadero, fundamentalmente el dióxido de carbono (CO2) y el vapor de agua, pero también otros como el óxido de nitrógeno (NO2), el metano (CH4), los clorofluorcarbonados (CFCs) y el ozono (O3) retienen la radiación infrarroja que emite el suelo como consecuencia de la incidencia directa de la radiación solar sobre la superficie. Sin los gases invernadero, esta radiación infrarroja se escaparía hacia el espacio. El efecto invernadero hace que la temperatura sea apta para la vida, ya que si no existiese, la Tierra estaría completamente congelada. Pero el crecimiento constante de la concentración de los gases invernadero, sobre todo dióxido de carbono, hace aumentar la temperatura media de la atmósfera terrestre.
Como puede verse, el cambio climático es un fenómeno que nos está afectando de forma innegable; es menester aunar esfuerzos y actuar de manera integral si queremos lograr una reducción en la emisiones de gases de invernadero, restaurar los ecosistemas que hemos degradado con nuestras actividades productivas, y frenar el deterioro de nuestro planeta antes de que sea demasiado tarde.
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